Varios músicos cuestionan la iniciativa de Huawei por artificial y carente de alma.
Franz Schubert es un perpetuo enigma. Murió joven, a los 31 años, pero más que desgastarse en una vida intensa, como tantos otros músicos, se fue consumiendo en cierta melancolía solitaria de cafés como desahogo a su total entrega a la creación. “El Estado debería ocuparse de mí”, le escribió a un amigo, para dar cuenta de su devoción al trabajo.
Y si corrieran estos tiempos, quizás lo hiciera la compañía tecnológica Huawei, que ha diseñado mediante algoritmo e inteligencia artificial el remate de su Sinfonía número ocho, conocida como la Inacabada. Hacía la penúltima en su catálogo de obras orquestales. En la Viena romántica de principios del XIX, Schubert llegó a crear nueve.
En una nota, la compañía asegura que la versión ha sido creada mediante el uso de un modelo de inteligencia artificial que se beneficia directamente de la tecnología de procesamiento neuronal que aplica en sus móviles. A partir del timbre, el tono y el compás del primer y segundo movimiento conservados, el modelo generó una melodía para los inexistentes o extraviados tercero y cuarto previstos. Posteriormente, Huawei trabajó con el compositor Lucas Cantor para fijar una partitura orquestal de la melodía en la línea que presumiblemente buscaba entonces Schubert.
El compositor español José María Sánchez-Verdú nos sitúa en contexto: “Desde los años sesenta se están haciendo este tipo de trabajos. Ya en EE UU, con los primeros ordenadores, se ponen en práctica. Sustituir la mente y la creatividad de un compositor mediante procesos algorítmicos desarrollados por una máquina es enormemente antiguo”, afirma.
Para este creador de referencia en el mundo, la mente y la fantasía humana juegan con muchos más aspectos de los que pueda desarrollar cualquier programa informático. “En términos estadísticos, de algoritmos y posibilidades, se podrán crear este tipo de trabajos y de forma correcta. Sin embargo, los aspectos estéticos, sociales, personales y otros muchos, como lo original, lo sorpresivo, lo audaz, lo imperfecto, lo psicológico y psiquiátrico, el mismo concepto de error como herramienta…, todos estos aspectos son consustanciales a la mente de un creador, no de una máquina”.
Fuente: ElPaís