Construcción sostenible se está convirtiendo en una prioridad de primer orden. Se calcula que, en los países desarrollados, la construcción es responsable de hasta un 40 % de las emisiones de CO2.
Claramente, es un área con amplio margen de mejora. Uno de los grandes causantes de emisiones es la producción de cemento y hormigón, un terreno donde ya se están llevando a cabo investigaciones como el hormigón regenerativo o autorreparable o el uso del propio dióxido de carbono como materia prima.
Según los investigadores, el programa permite reducir las emisiones de efecto invernadero hasta un 60 %.
La clave de este ahorro reside en el hecho de que no es preciso procesar los elementos por medio de fundición u otras técnicas, sino que cada uno de ellos se reutiliza con su forma original.
Una de las propuestas del equipo de desarrollo es la creación de una base de datos accesible a escala europea en la que se detallen todos las piezas y elementos reutilizables, ya sea procedentes de edificios reformados o demoliciones.
Por lo anterior, la percepción de Brütting acerca del interés que está despertando esta filosofía constructiva está lejos de ser meramente subjetiva.
Ejemplo de ello son las líneas maestras del Área Económica Europea, que ha convertido la economía circular en uno de los pilares de su plan para reducir los residuos en la construcción.