Mujeres escritoras: los datos de la brecha de género en la literatura – #Letras, #EHLI

George Charles Beresford –Virginia Woolf in 1902

“Para la mayor parte de la Historia, Anónimo era una mujer”. Esta cita de la escritora feminista Virginia Woolf –Reino Unido, 1882-1941- critica la invisibilización que ha tenido la mujer en la literatura. Relegadas a un segundo plano en la vida política, laboral y social, las mujeres han tenido que luchar históricamente con el lugar que les habían asignado en el mundo: el hogar y la familia.

Anónimos, como ella destaca, eran los autores de grandes obras españolas como el Lazarillo de Tormes o el Cantar del Mío Cid. También el de obras extranjeras como la mítica Las mil y Una noches o La Saga de Erik el Rojo. Conocer la autoría de estos títulos es imposible a día de hoy, pero sí se tienen datos de la huella que ha dejado la mujer en la literatura. Datos que tienen mayor relevancia un día como este 15 de octubre, Día de las Escritoras, que se celebra bajo el lema “rebeldes y transgresoras”.

Ínfimo reconocimiento

La poca presencia de la mujer en los ámbitos literarios puede comprobarse fácilmente a través de los galardones. El premio literario internacional más conocido es sin duda el Nobel de Literatura. Desde su creación en 1901 hasta 2017 ha premiado a 14 mujeres frente a 100 hombres.

Por otra parte, el reconocimiento más importante en lengua castellana, el Premio Cervantes, tan sólo ha galardonado a cuatro mujeres frente a 38 hombres desde que se instauró en 1976: María Zambrano (1988), Dulce María Loynaz (1992), Ana María Matute (2010) y Elena Poniatowska (2013).

Y otro premio con gran importancia en España, el Premio Planeta, ha distinguido a 17 mujeres desde 1952. Entre las últimas, Dolores Redondo en 2016 y Alicia Giménez Bartlett un año antes.

Mujeres bajo seudónimo

“Las mujeres han vivido todos estos siglos como esposas, con el poder mágico y delicioso de reflejar la figura del hombre, el doble de su tamaño natural”, aseveraba también Virginia Woolf en Una habitación con vistas.

Históricamente, una mujer no podía superar intelectualmente a un hombre. Otra dificultad añadida a la hora de que muchos editores se decidieran a publicar sus libros e incluso a que lectores quisieran comprarlos. De ahí el uso de tantos seudónimos masculinos para ocultar su identidad.

Entre ellas, las hermanas Brontë cambiaron sus nombres –Charlotte, Emily y Anne- por otros masculinos. Precisamente Emily Brontë es la autora de la famosísima novela Cumbres Borrascosas, su única novela.

Las hermanas Brontë

También la autora de la célebre novela Mujercitas, adaptada al cine bajo el mismo nombre, cambió su nombre como Luisa May Alcott por A.M. Barnard para muchos de sus escritos.

La famosa película Mary Poppins se basa en un libro publicado bajo la autoría de P.L. Travers, siglas que en realidad escondía el nombre de Pamela Lyndon Travers.

Una toma de la película “Mary Poppins Returns” del año 2018

Y los seudónimos llegan incluso hasta el siglo XX, con una de las autoras más famosas gracias a su saga de novelas Harry PotterJ. K. Rowling, quien ocultó su nombre femenino (Joanne) por sus siglas pero también llegó a utilizar el nombre de Robert Galbraith para El canto del cuco (2013). Tras recibir una buena crítica por esa novela, acabó reconociendo su autoría.

Zelda Fitzgerald: las mujeres que escribían con sus maridos

También hay sospechas de hombres que se apropiaron de los contenidos creativos de sus mujeres en distintas disciplinas artísticas. En literatura ha sido ampliamente discutido el papel de Zelda Fitzgerald en la obra de su esposo y autor de El Gran GatsbyF. Scott Fitzgerald.

Los Fitzgerald en un evento de gala, circa 1935.

Tras publicarse en 1970 su biografía por Nancy Milford, críticos y académicos comenzaron a revisar su obra y su posible implicación en los libros de su esposo. Sobre todo, gracias a la novela que publicó en solitario Save Me the Waltz, que estaba basada en la vida en matrimonio de ambos y que puso furioso a Scott, quien aseguraba que incluía material que él pensaba utilizar para otro título.

Tras obligarla a eliminar dichos elementos, la obra que escribió Zelda en tan sólo dos meses dio que pensar sobre su influencia en el gran autor. Precisamente en esa novela, escribió el crítico literario del Times Michiko Kakutani, Zelda logró “expresar su propia desesperación heroica de tener éxito en algo propio, y también logró distinguirse a sí misma como una escritora.

Ese ‘algo propio’ que las mujeres no podían lograr si no tenían una independencia y solvencia económica, tiempo y espacio propio que les permitiera escribir. Y así lo resumía Virginia Woolf en dos citas de Una habitación propia:  “Uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si no ha comido bien”; y “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si desea escribir”.

Pese a las dificultades vividas a lo largo de la historia, las mujeres que han logrado notoriedad en el ámbito literario lo han hecho con grandes obras.

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