El cine pasa por infinitas probabilidades de transformación, donde los conceptos palabra e imagen juegan papel primordial. ¿Cómo fueron algunas de esas transformaciones a lo largo de los años? El Departamento de Letras te lo cuenta en el artículo de esta semana.
Desde los comienzos de la historia del cine ha sido común encontrarse con comentarios que afirman que el libro era superior a la película, que el film no profundizó lo suficiente en la psicología de los personajes y que en la pantalla todo pasó muy rápido, dejando lagunas sin resolver; pero pocas veces examinamos a qué obedece este tipo de comentarios, o qué se requiere para que una película cumpla las mismas expectativas que el libro, o si es del todo necesario incurrir en ese tipo de comparaciones dado que se trata de dos medios diferentes.
Como menciona el educador Marshal McLuhan en su conocido ensayo El aula sin muros, “el cine pone a disposición de muchos en muchos momentos y lugares lo que de otro modo quedaría restringido a unos pocos y a pocos momentos y lugares”.
Walter Benjamin en su tratado La obra de arte en su reproducibilidad técnica se refiere también al carácter masivo de la fotografía y del cine, considerando que debido a las múltiples reproducciones la obra puede perder su originalidad, o su “aura”, como él la llama.
La correlación entre palabra e imagen dentro del contexto del arte y específicamente en el cine se ha estudiado desde distintos puntos de vista, sea psicológico, político, social o económico, así como también desde la perspectiva de la adaptación, donde se considera tanto el concepto del escritor como del cineasta.
Las primeras adaptaciones de la literatura al cine se remontan a la época de los comienzos mismos del cine, con los hermanos Lumière, quienes adaptaron Fausto en 1896 y posteriormente George Méliès en 1899 presenta la primera versión de La Cenicienta basada en la historia de Los Hermanos Grimm y King John basada en la obra de Shakespeare.
Es indiscutible que el cine tiene que hacer modificaciones de importancia cuando utiliza una obra literaria, como reducciones de tiempo y simplificación de argumentos, y es tal vez por esto que novelas de la magnitud de La Ilíada, La Divina Comedia y Ulises no han logrado ser llevadas al Séptimo Arte, y las versiones que se han hecho de Don Quijote o de algunas obras de García Márquez no han logrado el resultado que merecen.
De ahí que tiempo atrás se afirmara que las mejores películas estaban basadas en obras que no tenían mayor valor literario, y es también ésta la razón por la cual hoy día las series de televisión resultan tan exitosas, porque permiten mas tiempo para desarrollar tanto la historia como los rasgos de cada personaje.
Una película que hace alusión a esta discusión es Adaptation de Spike Jonze (2002) donde se muestra un guionista en estado de desesperación total, mientras trata de adaptar la novela The Orchid Thief de Susan Orlean, con guión de Andi Kaufman y la misma Susan Orlean.
Entre los primeros análisis sobre esta temática se encuentra un interesante ensayo escrito por Virginia Woolf en los años 20 donde comenta, con relación a la adaptación de Ana Karenina de Tolstoy, que el cine debe dejar de ser un parásito de la literatura y explotar sus propios recursos. Woolf habló del realismo de la imagen en el cine y de la capacidad de este medio de abstraer al espectador de su propio entorno, lo que lo convierte de por sí en una entidad propia.
Esta era la época en que los escritores empezaron a sentir que la literatura podría ser desplazada por el cine, hecho que no sucedió, y que sirvió para que se produjera el efecto inverso: el cine empezó a influir también en la literatura, como se aprecia en la obra de la misma Virginia Woolf.
Analizar entonces el cine usando las teorías literarias era no sólo inapropiado sino que resultaba desventajoso para el film, por lo cual se empezaron a buscar otros métodos de análisis que ubicasen al cine en una categoría independiente, con su estética y tecnología propia.
En 1957 aparece el libro Novels into film de George Bluestone, el primer tratado académico donde queda sentada la diferencia entre la novela como medio lingüístico y el cine como medio visual, con su origen independiente, su propio público y distinto modo de producción.
Bluestone dice que “dado que la novela se presta para estados de conciencia y el cine para observación de la realidad, la adaptación de una forma a la otra produce una entidad nueva, completamente autónoma”, confirmando lo que había propuesto Virginia Woolf años antes.
Posteriormente surgieron otras aproximaciones como los modelos narratológicos (Gerard Genette, Roland Barthes) y la adaptación como dialogismo intertextual (que viene de Michal Bajtin) hasta concluir con la teoría mas aceptada en este momento que es la de los Polisistemas (Intermediallitat), que utilizan hipótesis mas igualitarias, donde se mezclan todos los aspectos artísticos y técnicos que involucra el cine, además de la literatura.
La teoría de los Polisistemas fue enunciada por primera vez por un teórico israelí, Itamar Evan-Zohar, en la Universidad de Tel Aviv y algunos de los especialistas en Alemania han utilizado este tipo de análisis como Sigfried Krakauer, Alfred Estermann, Joachim Paech, Irmela Schneider y Mario Saalback en España.
Cuando se supera la idea de que hay que ser fiel a la obra literaria es cuando el guión empieza a surgir como entidad propia y el efecto resulta mas satisfactorio. Son muchos los ejemplos que se pueden citar de adaptaciones exitosas como, Los pájaros (1963) de Alfred Hitchcock basado en la novela de Daphne du Maurier, El Proceso (1962) de Franz Kafka dirigida por Orson Welles, Farenheit 451 (1966) de Ray Bradbury dirigida por Francois Truffaut, Muerte en Venecia (1971) de Thomas Mann bajo la dirección de Luchino Visconti, y Romeo y Julieta(1968) de William Shakespeare dirigida por Franco Zeffirelli.
En Alemania hubo obras importantes como Berlin Alexanderplatz (1980) basada en la novela The sky has many colors de Alfred Doeblin, Lili Marlene (1979) basada en la novela de Lale Andersen, dirigidas por Reiner Werner Fassbinder, y El Tambor de hojalata de Gunter Grass adaptada por Volker Schlondorff
Otros ejemplos de adaptaciones exitosas que aún siguen vigentes son El evangelio según San Mateo (1964) basada en los textos de la Biblia y dirigida por Pier Paolo Pasolini, que ha sido considerada por los críticos como la representación mas humana del personaje de Jesucristo; La naranja Mecánica de Stanley Kubrik producida en 1971, que constituye una brillante adaptación de una de las obras mas controversiales del siglo XX, escrita por el británico Anthony Burgess, quien consideró que la cinta era maravillosa y en su momento resultó tan escandalosa como la misma novela. Hoy día este film, a pesar del paso del tiempo, prevalece por su valor artístico.
Otro caso de importante reconocimiento es el de la película japonesa Rashomon (1950) de Ryunosuke Akutagawa y Akira Kurosawa, inspirada en un cuento de Akutagawa y considerada un clásico de la narrativa en el cine. Esta película fue la que creó la categoría de Mejor Película Extranjera en los premios de la Academia, ganando un Premio Honorario cuando aun no existía dicha nominación.
Es entonces la subjetividad del director la que debe evaluar y decidir los detalles y cambios que permite el guión, así como también el grado de improvisación que se puedan permitir los actores. No en vano es el director quien asume la autoría y es quien se lleva los créditos o los ataques.
El Padrino I y II (1972-1974) de Mario Puzzo y Francis Ford Coppola es otra buena adaptación, y se considera una novela que en su momento cambió el género. Hoy día tanto la película como la novela se han convertido en clásicos de culto.
Las Uvas de la Ira (1940) del Premio Nobel John Steinbeck montada por John Ford, quien obtuvo el Oscar como Mejor Director, es otro ejemplo de buena adaptación literaria, al igual que La profesora de Piano (2001) de la también ganadora del Nobel Elfriede Jelinek, llevada al cine por Michael Haneke, ganador de varios premios en Cannes.
En el campo del cine latinoamericano, hay varias adaptaciones importantes de considerar, como El Lugar sin limites (1978) de Arturo Ripstein basada en la novela de José Donoso, quienes dan inicio a un encuentro triunfal entre el cine y la literatura latinoamericana, delatando la cultura del machismo y la represión tan característicos de esa región.
Blowup (1966) una de las películas mas alabadas de Michelangelo Antonioni es basada en el cuento Las Babas del Diablo de Julio Cortázar y obtuvo enorme éxito en su momento, consiguiendo la Palma de Oro en Cannes y nominación a dos Premios de la Academia.
El Secreto de sus Ojos (2009) de Juan José Campanella, ganadora del Oscar como Mejor Película Extranjera, es un ejemplo importante. Basada en la novela de Eduardo Sacheri (quien participó también en el guión) “La pregunta de sus ojos”, fue la película la que le dio relevancia internacional a la novela, hasta el punto en que ésta se reconoce ahora por el nombre de la cinta.
Resulta lógico que en la época del cine mudo la imagen cobrara mas relevancia que la palabra, abriendo un mundo nuevo de comunicación visual, pero con la introducción del sonido, esto empezó a cambiar, y la palabra tomó mas relevancia. Si analizamos el amplio espectro de posibilidades que presenta la cinematografía contemporánea, encontramos casos donde directores como Ingmar Bergman, Pedro Almodóvar o Woody Allen optan por darle mas notabilidad a la palabra, mientras otros mas fieles a lo que trató de ser el cine en sus comienzos toman una aproximación mas minimalista con la palabra y se centran en la imagen, como es el caso de directores asiáticos como Kim Ki Duk (3-Iron, 2004) o Wong Kar-wai (In the mood for love, 2000) cuyas películas presentan muy poco dialogo.
Este aspecto puede obedecer también a influencias culturales. Los largos silencios y la intimidad son mas característicos de la cultura oriental, mientras la occidental se presenta más abierta y explícita. El humor del cine inglés tiene mucha expresión corporal, pero el argentino recurre a un diálogo satírico. Si en las películas nórdicas se descubren secretos enterrados a través de dramas profundos donde la palabra se extrae con profundo dolor, los melodramas latinos se nutren de emotiva gesticulación. Es así como los rasgos regionales se van apropiando de la palabra y/o de la imagen, con las dosis requeridas en cada caso particular, para narrar las historias en un contexto visual y estético.
En varias ocasiones se ha comparado la relevancia de la palabra en el cine con el caso de la música, cuando se evalúa qué pesa mas en una canción, si la letra o la melodía. Sin embargo en el caso del cine el problema es mas complejo. Hasta convertirse en película, la palabra escrita sufre un proceso de transformación, bien sea de novela a guion, o de guion a película, y esta metamorfosis es la que Jean-Clause Carriere denomina “la desaparición del guion”. “Un buen guion”, dice Carriere, “da lugar a una buena película, pero cuando el film nace, el guion muere”.
Para escribir un buen guion – la forma mas difícil de escritura según Carriere – es necesario conocer a fondo los aspectos técnicos involucrados en el proceso de filmación. Hay que tener en cuenta además que no siempre se puede lograr absoluta fidelidad, y en gran medida interviene la creatividad y la interpretación propia del guionista.
Incluso cuando el guión ya está elaborado, puede haber imprevistos que le hagan tomar un rumbo diferente, como cuando parte del texto resulta inadecuado para un actor específico, o cuando hay problemas de presupuesto que obligan a modificaciones estructurales, o cuando los actores improvisan mas de lo planeado.
Algunas veces sucede que las adaptaciones literarias se caen de peso por el tipo de actores que escoge el director, quien en aras a crear una mayor audiencia, usa celebridades que no son las mas aptas para el rol, y lo que consigue es desprestigiar la obra. Esta fue una de las críticas que se hicieron con la adaptación de El Amante Bilingüe hecha por Vicente Aranda en 1992, donde usó a Ornella Muti e Imanol Arias, cuyo estatus de celebridades fue considerado contraproducente. Otro tanto sucedió con la adaptación de la obra de Juan Marsé quien se sintió molesto con el montaje que hizo Fernando Trueba de El embrujo de Shanghai (2002).
Sin embargo el mismo Vicente Aranda recibió honroso reconocimiento por la adaptación de Si te dicen que caí (1989), ganadora de varios premios Goya, y lo mismo que sucedió con la novela Los santos inocentes de Miguel Delibes llevada al cine por Mario Camus en 1984. Historias del Kronen de José Ángel Mañas, montada por Montxo Armendáriz en 1994 es otro caso reconocido como buena adaptación.
Por último cabe mencionar el caso de la frustrada adaptación de la novela de ciencia ficción Dune de Frank Herbert que quiso hacer Alejandro Jodorowsky a mediados de los años 1970, pero que nunca se realizó, y posteriormente los derechos pasaron a manos del genio de la imagen, David Lynch, quien realiza la película en 1984 con comentarios encontrados de parte de la crítica.
El conflicto creado por la complejidad de esta obra es registrado magistralmente por Frank Pavich en el documental Jodorowsky’s Dune (2013), una exploración que podría considerarse un tratado sobre la compleja tarea de la adaptación cinematográfica.
Es entonces la subjetividad del director la que debe evaluar y decidir los detalles y cambios que permite el guion, así como también el grado de improvisación que se puedan permitir los actores. No en vano es el director quien asume la autoría y es quien se lleva los créditos o los ataques.
Pero lo importante, y como conclusión, es que la película debe considerarse un ente autónomo, que contará con su propio balance entre palabra e imagen y con su propia capacidad de evolucionar y subsistir. Dicho en otras palabras, el film es una unidad que se vale por si misma, independiente no sólo de la novela que le sirvió de inspiración, sino del guion que le dio origen.
Referencias:
- “El Cine y la Literatura” en Letra Urbana
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