El ser humano, es por su naturaleza, un ser que está hambriento por aprender. Es un ser que ama y desea saber sobre aquello que no conoce y busca las respuestas. Esa hambre, va ligada con el aprendizaje empírico y también por nuestros padres, más es en la escuela donde verdaderamente aprendemos sobre aquello que nos apasiona y siempre de la mano de nuestro guía; el profesor.

Dentro de las profesiones que se pueden estudiar, sin duda alguna la docencia es una de las más nobles. Generación tras generación, ésta ha formado y fortalecido la mente del hombre para ser capaces de resolver aquellos problemas que se nos interponen en el camino. Es la docencia aquella que ha sido capaz de crear hombres y mujeres exitosos que en la actualidad ayudan a mejorar la humanidad.

Sin embargo, la docencia no sólo representa el aprendizaje, pues también; para muchos, los profesores representan confianza. Se vuelven en nuestros confidentes y en parte de nuestra vida. Son capaces de volverse en un segundo hogar y donde se siente en un lugar seguro.

Lamentablemente, los profesores y maestros no reciben el reconocimiento que merecen. Se encuentran con una carga estudiantil inconcebible, reciben las amedrentadas de los padres y de los mismos estudiantes, hacen uso con un material inadecuado e insuficiente y aunado a todo lo anterior, reciben una paga mísera con la cual deben sobrevivir.

Son los mismos profesores quienes están alimentando y nutriendo la mente de nuestros más jóvenes y no ha habido una mejoría en la calidad de su trabajo. A pesar de esto, vemos maestras y maestros que siempre dan el 100% y más en sus clases. Doctoras y doctores que enseñan con pasión cada tema que se da. Profesores que cada día se levantan con amor a la humanidad y siguen laborando a pesar de todo.

Este escrito es una carta de agradecimiento y va dedicado a todos aquellos profesores, maestros y doctores. ¡Muchas gracias por todo aquello en lo que nos han ayudado!

Anónimo